En apenas diez días de gestión, Alberto Fernández consiguió lo que pocos antecesores: una megaley de emergencias múltiples y la atribución de facultades que lo convierten en todopoderoso. Una suerte de absolutismo estatal con injerencia directa en el sector privado. La norma sancionada por diputados y senadores en solo 48 horas habilita al Presidente a eludir al Congreso, nada menos que para decidir en cuestiones económicas, financieras, fiscales, previsionales, administrativas, tarifarias, energéticas, sociales y sanitarias. Sí, nueve emergencias. Es cierto que, como sostiene el Gobierno, llegamos a este punto gracias a la muy mala gestión de Mauricio Macri, que agregó nafta a un fuego que ya se había encendido en el último mandato de Cristina Fernández de Kirchner, hoy flamante vice. Sucede que semejante incendio con el que debe lidiar ahora Alberto F no debería ser usado como excusa para darle un cheque en blanco sin control institucional ni derecho al pataleo. No se trata de Fernández: habilita cualquier abuso de poder, se llame como se llame quien ocupe la Casa Rosada. Peligrosa tentación en un sistema hiperpresidencialista como el nuestro. El oficialismo se defiende con el planteo de que el resguardo republicano lo puede ejercitar la Justicia. Ajá. Miremos para otro lado si no queremos ver cómo muchos integrantes del Poder Judicial se acomodan a los vientos políticos desde tiempos remotos. No hay garantías allí. Prueben si no con hacerles pagar impuesto a las ganancias o cambiarles el régimen jubilatorio, como nos pasa al resto de los mortales. Por suerte, para hacerle frente a cualquier intento de atropello administrativo o constitucional, la oposición se abroquela detrás de su líder, que enarbola desde la obtención del 41% de los votos la bandera de un oponente atento y constructivo. Ah, no. En medio de esta semana furiosa, Macri se fue con su esposa a ver la final del Mundial de Clubes de fútbol en Qatar. Enésima falta de empatía social del ya ex presidente. Entre el ajuste económico desigual de unos y el “reposerismo” de otros, después no entendemos por qué se estalla contra la política. Ya nos pasó hace 18 años y ahora pasa en Chile. (Fuente www.perfil.com).