Perón, en su discurso ante el Congreso de Filosofía en 1949, dijo: “Alejandro, el más grande general, tuvo por maestro a Aristóteles. Siempre he pensado entonces que mi oficio tenía algo que ver con la filosofía”. Continuamente repetía: “El pueblo nunca se equivoca” y, como buen lector de filosofía, seguramente estaba influenciado por el idealismo histórico de Kant, la noción de progreso y su ejemplo de la Revolución Francesa como tesis, el terror que generó después como antítesis y la creación de la democracia posterior como la síntesis. Aquella extensa exposición de Perón en el Congreso de Filosofía que luego se editó como La comunidad organizada en formato de libro, constaba de veintitrés capítulos y el último se titulaba “Sentido de proporción. Anhelo de armonía. Necesidad de equilibrio”. Terminaba diciendo: “El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su inexorabilidad”.
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